Le llamaban Jimy, el oscuro. Era un ser extraño, de cabellos rizados y largos, mirada profunda y perdida. Enclenque, y de estatura media. Siempre parecía estar absorto en asuntos complicados dentro de su mente. No comprendía quién era, qué necesitaba para ser feliz, para salir de su embrollo acerca de sí mismo. Podía pensar y pensar, pues vivía sumido en el sueño. Lo que falta, lo que no tengo. ¿Por que el deseo? ¿Por qué no la calma? Jimy ansiaba más, y quería más y más y más. Y jamás era suficiente, porque todo tenía que ser ya, ahora. Jimy era curioso e imperativo. Siempre andaba enfadado y pensativo en cómo ser y conseguir más. Era testarudo y homicida. Como un niño egoísta y malvado.
También le gustaba el corromper. Le gustaban las personas débiles, jóvenes, inexpertas, inocentes, bondadosas, piadosas, sumisas…Corromper, ¡oh sí! Engañar y desviar del camino. Enseñar lo vicioso de la vida. Llegar al límite del extasié en la auto-destrucción. Perversión: Sexo, Droga, Comida, Inmovilidad. Radiadores y Porros. Mamadas y ojos a medio abrir. Alcohol y miradas enardecidas de engaño y depravación.
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