Y así pasan los días, sin mucho sentido. Construyendo proyectos, ampliando miras…intentando crear. Intentado hacer una torre para luego subir arriba, al último piso y contemplar toda la vista. En soledad, claro.
Porque fue lo que elegí, porque ya no podía más, porque no podía seguir esperando. Porque no quería seguir luchando sin obtener resultados. Porque me estaba autodestruyendo y destruyendote a ti. Y me quedé solo, solo en el mundo. Todo se murió, se marchitó la flor y cayó…y calló.
Y sigo subiendo, como la cabra montesa de roca en roca, a pequeños saltos. Llorando a veces, apagado otras. A veces un impulso, casi eléctrico, tormentoso…me empuja. Porque no puedo negar la inercia, porque es una energía que está dentro de mí, que estuve reprimiendo para hacerte subir a ti…y me vi al borde del abismo. Y no pude quedar ahí por más rato, estuve a punto de caer.
Pero te dio igual, continuaste subiendo…sin volver la vista atrás, para observar qué era aquello que te impulsaba…y las rocas me sangraron las rodillas, como cuando era niño. Y entre el humo de los cigarros observé cada pensamiento que transcurría por mi mente…intentando conectar contigo. Y no sucedió…y tuve que arrancar la marcha de nuevo. Recomponer todas las piezas del puzzle y dejarme arrastrar, de nuevo, por la inercia…azul. Porque ya dejó ser roja.
Y ahora…no me hierve la sangre…ya sólo queda el cansancio, el no saber qué ocurrió. Es como sentarse en el punto más alto de la torre y contemplar lo inabarcable de la existencia misma. Sin comprender, pero con una cierta paz que me embriaga el alma…deseando solo que quedes en el recuerdo para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario