Y surge una voz. Es dura pero tranquila, severa aunque sublime, potente empero aterciopelada, segura y pausada.
- En ese rincón apartado: Destruí. Sí. (El sintetizador violenta las ondas, el mar se embravece). Destruí. Porque estaba en calma. En un estado de incertidumbre, de aguas muertas, de sinsentido. Odio la incertidumbre, ya lo sabes. Yo soy una potencia universal. Soy la tormenta que agita las aguas, soy el huracán que arranca las tierras, soy el volcán que rompe los cielos. ¿Qué puedo hacer? ¿Acaso negar mi naturaleza? ¿Qué quieres si soy la cabra que sin cesar trepa entre los guijarros de la montaña? ¿Qué quieres si soy el rojo que mancha las sábanas? ¿Qué hago si la negrura inunda mi alma?
- En ese rincón apartado: …
- En ese rincón apartado: ¿Qué quieres? ¿Qué hago? Si la oscuridad me embarga, si entra dentro de mí. Si se adueña de mi alma, de mi ser, de mi energía, de mi motivación, de mi camino, de mi logro, de mi sombra. ¿Qué hago? ¡Joder! … Oh, joder…
(Continúan las olas, la marea…la calma, la tranquilidad, la gruesa luz de la luna…en el océano oscuro)
- En ese rincón apartado: Ojalá fuera la paz, el pájaro que mece las alas, el aire que pasa rápido cuando cierras la puerta, los vellos erizados por el sol de la mañana. Ojalá fuera la luz. Ojalá fuera el equilibrio, el orden. Ojalá hubiera nacido para calmar las fuerzas, para sosegar las pulsiones ardientes y penetrantes. Ojalá fuera la ola que acaricia la arena.
(Se puede ver un sombrero en el rincón apartado, un fino halo de humo, la luz de un cigarro.)
- En ese rincón apartado: Ahora ya sólo puedo permanecer aquí. Esperar, que pase la tormenta, que se me sosiegue el alma. Pensar. Esperar. Aguantar. Hasta que bajen las aguas, hasta que cambien las ondas. Y entonces… ¡arder! como el ave fénix. Y volar, sintiendo la luz de la luna. Y ¡volar! agitando las alas. ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! ¡Rápido! Vuelta a empezar, volver a los guijarros, romper los cielos, manchar las sábanas. ¿Qué quieres que haga?
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